miércoles, 7 de abril de 2010
Cooperadoras escolares ¿Para qué?
Un cartel en la puerta de la escuela anuncia “Escuela pública: en invierno sin gas, en verano sin luz”, a poco tiempo de comenzar el nuevo año escolar es interesante detenerse a pensar a fondo las situaciones que afectan la educación cotidiana, y sus posibles soluciones.
Año tras año, mes tras mes, día tras día, vemos con cierta naturalidad, casi con resignación que nuestras escuelas públicas están cada vez en peores condiciones edilicias.
Los maestros, padres y alumnos que pasamos tantas horas diarias en las diferentes instituciones nos acostumbramos, por ejemplo, a abrigarnos en el invierno, es cotidiano el comentario de “En mi escuela no hay gas hace dos años”. ¿y frente a esto que hacemos?
En muchos casos las Asociaciones Cooperadoras, organizan festivales, rifas, ferias del plato, y otras originales estrategias para conseguir recursos para mantener la escuela lo mejor posible, se escuchan también voces de padres que proponen organizar jornadas de ayuda a la escuela, o algún padre con oficio se ofrece para arreglar la luz, pintar las aulas, etc. Más allá de las nobles intenciones que motorizan estas acciones es inevitable preguntarse ¿debe ser la Cooperadora quien se encargue de estas situaciones? ¿deben ser los padres los que arreglen la escuela? ¿no tiene obligación el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires de asegurar buenas condiciones edilicias que contribuyan a la calidad educativa de nuestros alumnos y a la calidad laboral de los docentes?
Las Cooperadoras Escolares cumplen un rol fundamental en la articulación de la escuela con la comunidad. Su función va más allá de la recaudación de fondos, a pesar de que en la actualidad parece su único fin. Las Cooperadoras deben recuperar la participación ciudadana, la idea de que la comunidad toda debe participar, las cooperadoras escolares deben ser el reflejo de una comunidad que se organiza y trabaja en conjunto con las instituciones estatales.
Ahora bien, ¿qué pasa en la actualidad en que las cooperadoras parecen existir solo en su función de recaudadoras de fondos? Pues bien, los resultados están a la vista, si la única función de la Asociación Cooperadora es juntar dinero para arreglar escuelas que se caen a pedazos, entonces solo tienen razón de ser en escuelas en las que existan comunidades que puedan pagar cuotas. Si es solo aquella la función de la Asociación Cooperadora, ¿qué sentido tiene que existan en escuelas en las que las poblaciones apenas tienen para comer? Siguiendo esta línea de pensamiento desencadenamos en que las escuelas que pueden pagar tienen cooperadoras que pueden recaudar y pueden arreglar la escuela, ahora bien, en contraposición las escuelas que no pueden pagar, tampoco pueden recaudar y tampoco pueden arreglar. Parece entonces, que las Asociaciones Cooperadoras sirven, en la actualidad simplemente para tapar los agujeros que el Estado deja en las escuelas, claro que solo se tapan así los agujeros de las escuelas pudientes, mientras las relegadas escuelas del sur caen en pedazos.
¿Qué debemos hacer entonces? O mejor dicho, ¿qué podemos hacer? ¿dejamos que las escuelas se derrumben?
Creo que la respuesta es rememorar aquella función bastardeada de la Cooperadora, aquella de organizar a la comunidad, aquella de participación de la sociedad en las instituciones, aquella que quedó relegada. Porque entonces sí, con cooperadoras fuertes en participación, con cooperadoras que representen la preocupación y ocupación de la comunidad en la escuela se podrá exigir al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que cumpla con sus funciones, empezando por mantener los edificios en condiciones.
Jazmín del Cueto
Maestra DE 7
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