martes, 4 de agosto de 2009

La risa es rejuvenecedora.



Por Liliana Pécora - Actriz y docente.

El buen humor es sinónimo de buena salud. En China, un dicho popular asegura que hay que reír al menos 30 veces al día para mantenerse en forma, mientras que en el Antiguo Testamento se puede leer que "un corazón festivo y alegre sana como una medicina".
En un estudio publicado sobre la risa se decía que hay países que ríen más que otros y se hablaba de un fenómeno llamado catagelofobia... miedo a reír.


El sistema inmunizador se refuerza con la risa, pero no con una risa deshonesta, forzada, sino con una que nace en forma natural, desde la tripa. Y ahí si se fortalece la salud física porque es un acto sincero y visceral.
Cuando nos reímos, se incrementa la producción de endorfinas, unas sustancias químicas que reducen el dolor. Su nombre deviene de “endo” (dentro), o sea la morfina interior que genera nuestro organismo y refuerza el sistema inmunológico, mejorando la capacidad del cuerpo para combatir las amenazas externas.

Se sabe que al reír reducimos el estrés, ese mal endémico de nuestra sociedad, que origina un sinfín de enfermedades como las migrañas, enfermedades cutáneas, hipertensión arterial, depresión, problemas de corazón, cáncer, úlceras de estómago, alopecia, reumatismos, anorexia, bulimia y diarreas.


Los niños ríen unas 300 veces al día, mientras que los adultos reímos mucho menos, entre 15 y 100 veces al día, y nuestras risas tienden a ser de menor intensidad.
Parece que con los años vamos perdiendo alegría y nos volvemos más serios, quizás en parte porque la sociedad exige que lo seamos. El problema es que a los adultos no se nos permite dar rienda suelta al sentido del humor, ya que en nuestra sociedad está mal visto reírse . ¿Por qué? Porque se piensa que el que ríe es un ser inmaduro. Contrariamente a este pensamiento, la Risa es sinónimo de salud mental no de inmadurez.


Por eso, desde mi “Taller de la Risa” invito a los participantes a sacarle partido a nuestras capacidades innatas en propio beneficio para tener una perspectiva más amplia ante los problemas cotidianos y sentirnos mejor.
Utilizando técnicas teatrales, propongo la difícil y maravillosa tarea de recuperar al niño perdido. El objetivo es recuperar la capacidad de juego y disfrutar como cuando éramos chicos y no teníamos miedo al ridículo.


La diferencia entre un espectáculo humorístico y un Taller de Risoterapia es que en el primero la gente no interviene, pero en un Taller de la Risa el protagonista principal es el participante. “Como tarea para el hogar”, quienes participan se llevan una serie de ejercicios que deben poner en práctica con sus familiares, en el trabajo, y cuyo objetivo es lograr que todos se reían como lo hicieron ellos durante la actividad. Es importante para mí que se propague la risa y el buen humor más allá de las cuatro paredes del estudio.


Me provoca un infinito placer escuchar a los participantes hablar de la felicidad que les provoca el hecho de descubrir su capacidad para hacer reír a los demás, el poder disfrutar “riéndose con el otro y no del otro”.
Acá es donde el juego y la risa, como consecuencia de éste, se convierten en terapéuticos.



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